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The last insensate who dared to challenge him was: Chinocarp87
Solo su guardiana puede sostenerlo ya que arde a más de seis mil setecientos grados.
Si bien es cierto que en la actualidad cuatro son los soles que recorren con su luz nuestro planeta, hubo un tiempo en que un quinto sol nos regalaba una hora más de luz cada día.
Se trataba de Canis, el mayor de nuestro sistema solar. Temido por su descomunal tamaño y venerado por las propiedades únicas que sus rayos ejercían sobre cualquier ser vivo.
Podía hacer rebrotar vida del tronco de un árbol talado, amansar a las fieras más salvajes e incluso tornar el llanto de un recién nacido en una exhalación de placidez.
Rea, una insignificante luna helada se presentó un día ante Canis.
Este, deslumbrado por su belleza y su sencillez le pregunto: "estúpida insensata, ¿qué has venido a buscar aquí sino tu muerte?, ¿cuánto crees que mi calor tardara en destruirte?".
A lo que Rea contesto muerta de amor: "que me arranquen los ojos si no puedo ver tu luz, que mi helada piel se derrita para transformarse en gas, que mi alma abandone mi cuerpo en esta noche si no puedo al menos una vez sentir en mi interior el calor del ser más grande y puro que jamás conoceré".
Canis y Rea se acercaron lentamente. Ella, sabía que ese sería su fin. El, sabía que la destruiría. Pero ninguno de los dos fue capaz de huir al magnetismo que les poseía.
Tan solo un instante, sus cuerpos se rozaron, ríos de fuego brotaron de la superficie de Canis y en ese minúsculo lapso de tiempo por primera y última vez pudo contemplar a Rea sonreír.
De su unión surgieron tres pequeñas y bellísimas estrellas.
Catania, Etna y Mesina. Y a pesar de que Canis sentía por ellas un amor de proporciones mayores al propio universo nunca pudo aliviar el dolor que sentía cada vez que las miraba y sus rostros le recordaban con cruel exactitud a quien una vez le amo más que a su vida. A quien jamás volvería a ver sonreír. A la modesta luna que le hizo arder para dejar después helado por siempre su corazón.
En su desesperación por aliviar su dolor, Canis abandono a sus hijas y vago sin rumbo albergando en su interior la esperanza del olvido.
Pero años luz de distancia de sus tres estrellas solo sirvieron para que se diese cuenta de que sin ellas su calor se consumía aún más.
Cuál fue su sorpresa al regresar y descubrir que Catania y Mesina en ausencia de su padre habían discriminado y maltratado a Etna, la más pequeña en tamaño de las tres, la más parecida a Rea. Pues siempre sintieron envidia de su hermana y Vivian convencidas de que su padre siempre la amo más que ellas.
Canis, ahogado en ira, devoro a Catania y Mesina para que jamás pudieran herir en modo alguno a su hermana. Y a Etna le concedió un cuerpo humano y la mando a Lutaria, para que el acto de sus hermanas no la condenase a una existencia en soledad.
Aquí conoció seres de mil especies y razas. Su vida siempre fue plena pues su carácter sencillo y su armoniosa presencia le evitaron cosechar enemigo alguno.
Pero en aquel entonces Lutaria era aún un planeta frio y sombrío cubierto casi en su totalidad por un cielo denso y gris que viciaba en aire y apenas dejaba crecer vida en él.
Etna amaba Lutaria y todos y cada uno de los seres que lo habitaban. Por eso imploro a Guan Yin, diosa de la misericordia, que le mostrase como volver con su padre, convencida de que el accedería a conceder al planeta más horas de luz y calor.
Guan Yin vio la pureza del alma de Etna y accedió su suplica. Le entrego a la joven un carro tirado por dos caballos, uno helado y otro en llamas. Y le explico cómo llegar hasta su padre, no sin antes advertirle que todo viaje supone un riesgo que debemos estar dispuestos a correr.
Etna, decidida, emprendió el camino. Viajo sin descanso, en busca del sol más radiante. Clavando sus ojos en cada destello que vislumbraba a su alrededor.
Por fin, una noche cayó rendida en suelo del carro. Había seguido escrupulosamente las instrucciones de la diosa, pero ni rastro de su padre. Todo se volvió oscuro y en ese momento la muchacha sintió un cálido aliento que solo podía ser el de aquel que estaba buscando.
Se incorporó tanto como le permitieron sus fuerzas y pregunto: "¡padre!, ¿eres tú?, ¿que está ocurriendo?, no puedo verte, todo está oscuro. Y a penas siento tu calor".
A lo que Canis respondió: "mi amada Etna, me has buscado de sol a sol, y con tanto afán has buscado que te has quedado ciega. Jamás deje de observarte. He celebrado cada uno de tus éxitos y he llorado cada uno de tus fracasos. Y sé exactamente por qué estas hoy aquí hija mía.
He malvivido en la amargura tras perder a tu madre y en la vergüenza tras matar a tus hermanas. Aquí termina mi viaje. Te entrego mi alma en este sagrado orbe, contiene la luz, la energía y el calor que ansias para las criaturas que ahora son tu familia. Pórtalo con orgullo del mismo modo que yo te miro por última vez querida mía"
Y de este modo Etna volvió a Lutaria portando aquel que los hombres llamaron Orbe de Fuego.
Durante largo tiempo lo protegió en recónditos lugares del Eje Volcánico Drow. Pero entendió que era una carga excesiva para un solo ser, y por eso valientes guerreros lutarianos se disputan su posesión. La cual comparten con Etna rebosantes de orgullo.
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