La historia de Lutaria está llena de grandes héroes como Shisa o Elbereth, y de temibles villanos como Temudjin o Absolom, y a todos ellos los conocéis.
Pero ninguno habría llegado a existir de no ser por Grondewall. El mayor desconocido de cuantos héroes han existido.
Y sí tan grande es, ¿cómo es que no lo conocemos? La respuesta es sencilla, porque Grondewall no es uno de los nuestros, él, es un dragón.
Y ninguno de nosotros existiría a día de hoy, de no ser por sus acciones.
Al hablar de dragones pensaréis en un pequeño Fortragon común, de esos que acompañan a muchos aventureros hoy en día, o quizás en alguno de sus primos lejanos, como los dragones de Naturo.
Pues bien, no es a ellos a quienes nos referimos. Hablamos de un verdadero dragón ancestral. La leyenda de Grondewall se remonta cientos de años atrás. Hasta una época en que ellos, los dragones, eran los dueños y señores de la creación.
En la Edad Ancestral, las 4 razas aún no habían entrado en contacto. Vivian en pequeños asentamientos.
Los enanos escondidos en cuevas que excavaban en las montañas de la Cordillera de Cweorth. Los elfos y drows en las profundidades del Bosque de las Esencias. Y los humanos en la zona costera que actualmente conocemos como Aguas Mansas.
Así era la época en que nació aquel gran dragón. Sus congéneres se dedicaban a cazar todo lo que se les antojaba y disfrutaban de ello. Cualquier ser vivo era susceptible de ser depredado por aquellas enormes criaturas.
Pero había algo distinto en Grondewall. Cazaba y comía, obviamente. Pero con la única finalidad de alimentarse, o bien de llevar alimento a sus numerosas crías que siempre tenía repartidas por diferentes nidos.
Su mayor placer consistía en pasar horas y horas sobrevolando los cielos, observando y recreándose en las maravillas de la creación. Y así fue como acabó reparando en aquellas pequeñas criaturas: enanos, humanos, elfos y drows. Y pronto advirtió que no eran como los otros animales.
Vio cómo los elfos dominaban los cinco elementos. Cómo los drows eran capaces de influenciar a otros animales. Como los humanos provocaban fuego y lo utilizaban incluso para cocinar, algo que hasta entonces parecía ser cosa de dragones. Y se quedaba obnubilado viendo trabajar a los enanos en busca de oro y piedras preciosas.
Sus descubrimientos le abochornaron de tal manera que sus escamas de color verde esmeralda se tornaron carmesí por momentos. Su especie estaba diezmando a aquellos pequeños seres como si de ratas se tratase ¡Tenía que hacer algo!
Sin pensarlo dos veces, alzó el vuelo y planeó sobre lo que hoy conocemos como el Eje Volcánico Drow. Cuando se encontró situado sobre Makalu, el mayor volcán del Eje, inició un vertiginoso descenso en picado hacia su interior y cuando estaba a punto de rozar el fondo con su hocico encendió el corazón del volcán con el fuego de su garganta.
Makalu despertó. Su poder hizo temblar la tierra y su luz y su calor pudieron sentirse por toda Lutaria.
Aquella era la señal que los dragones utilizaban para convocar El Consejo.
Pocas horas más tarde, representantes de todas las razas se apostaban inquietos a los pies de Makalu esperando para descubrir el motivo que les había congregado allí.
Grondewall no se hizo de rogar. Realizó una defensa apasionada de sus ideas y descubrimientos sobre aquellos pequeños seres.
Cómo era de esperar la idea tuvo muchos detractores. A la cabeza: Roldrum, un gigantesco titarium de montaña. El dragón más enorme que jamás ha existido, temido por todos tanto por su fama como por su aspecto.
Pero al mismo tiempo, lo expuesto por Grondewall tuvo muchos defensores, más de los que él mismo soñaba conseguir. Así que el debate que se generó fue muy intenso, y subió de tono tanto y a tal velocidad que los miembros de ambos grupos a punto estaban de iniciar una contienda de proporciones épicas.
Aquello no era en absoluto lo que Grondewall pretendía, así que hizo lo único que podía hacerse en una situación así. Se plantó frente a Roldrum y escupió una nube de azufre negro en su cara. Este gesto, para un dragón, es un desafío a combate singular a muerte. Rehusarlo implica el mayor deshonor además del destierro eterno. Aceptarlo, quizás la gloria, quizás la muerte.
El espeso humo se despejo lentamente dejando ver el rostro de Roldrum que prepotente esbozaba algo parecido a una sonrisa.
Nadie daba un bronce por Grondewall. Roldrum era aterrador. Sus enormes escamas grises eran duras como rocas, tenía tal cantidad de dientes y colmillos que algunos terminaban por retorcerse y atravesaban la piel de su morro. Sus ojos amarillos y brillantes, con aquellas pupilas verticales te cortaban la respiración.
Pero no contaban con la fuerte convicción de nuestro héroe, que entro en combate sabiendo que con su vida también estaba en juego el futuro de aquellos seres.
La lucha fue larga y extenuante. Grondewall sufrió terribles heridas. Pero logró salir victorioso, pues Roldrum debido a su tamaño acabo agotándose mucho antes, lo que permitió que este le fuese causando múltiples heridas hasta que acabo rematándolo.
Tal fue la tensión que se vivió durante el combate que ninguno de los asistentes advirtió la presencia entre el público de Etamín. Deidad respetada a la par que temida por los grandes alados. De apariencia extraña y bella, temible y sensual. Poseía rasgos draconianos, pero su rostro y su busto coincidían en muchos aspectos con aquellas 4 razas protagonistas del conflicto.
La diosa caminó lentamente hacia Grondewall. A medida que se acercaba la multitud enmudecía hasta que el único sonido que se escuchó fue el profundo jadeo exhausto de nuestro héroe. Se recostó sobre él, lo abrazó y lo rodeó con sus alas.
Las escamas de ambos seres comenzaron a brillar como estrellas en el firmamento. Y las heridas del guerrero comenzaron a sanarse. Entonces Etamín pronunció con su voz limpia y profunda estas palabras:
“Grondewall de Cweorth, el que ve más allá,
forjador de la paz, portador del Gran Orbe.
Acepta nuestra gratitud y recibe mi bendición”
Desde entonces Etamín es conocida como la Diosa del Equilibrio. Se dice que durante la gran pelea hizo algo más que observar. Que intercedió por el triunfador, a quien llevaba observando desde hacía mucho tiempo. ¿Quién sabe?
Por su parte, Grondewall sigue portando y protegiendo el Gran Orbe concediendo sus poderes a aquellos seres merecedores de tal gracia.
Nosotros, lutarianos, lo conocemos con el nombre del Orbe del Dragón. Y ahora que conocéis su historia estáis obligados a portarlo con gran orgullo, pues con vosotros va el mayor héroe de todos los tiempos.