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Oscuro y frío. Así es este inquietante Orbe. Y así es como deja el alma de quienes lo portan.
Tan enigmático como poderoso. Tan magnificente como destructivo.

La leyenda del origen de este Orbe comienza la noche en que vino al mundo Absolom. Bajo la luz de la sexta gran luna del sexto mes de aquel año.
Hijo de Samaín, hechicero, artista y orador de gran reputación. Y de Tiara, una hermosa elfa diestra en artes mágicas.

Vivian en el asentamiento humano de Aguas Mansas. Junto a la costa. Al este de la Cordillera de Cweorth y al norte de las Laderas de Kaiala.
Samaín y Tiara se dedicaban fundamentalmente a la enseñanza. Absolom fue testigo de sus oratorias desde su nacimiento.
Su madre lo llevaba con ella al Gran Claustro, envuelto en sedas que colgaban de su cuello. Y le daba el pecho mientras enseñaba a los jóvenes las bondades de la magia.
Su padre le llevaba a la Cala Sagrada para que escuchase sus oratorias y practicase la hechicería junto al resto de aprendices de Aguas Mansas.

El chaval tuvo una infancia envidiable. Rodeado de amor, tranquilidad, sabiduría, buenas amistades… incluso solvencia económica. Pero jamás fue feliz.
Absorbía como una esponja todos los conocimientos que se ponían a su alcance. Pero albergaba en su interior una sed de conocimiento codiciosa.

Sus padres, afligidos por la infelicidad del chico, tomaron la dura decisión de dejarle marchar en busca de nuevos y más experimentados mentores.
Drachen, el Mago Dragón, aceptó acogerlo como discípulo aprendiz en El Nido.

El Nido, es un emplazamiento sagrado, situado en algún lugar del Desierto de la Luz. Cuentan que se trata de una construcción similar a una pirámide. Pero con la base sorprendentemente estrecha y el pico superior plano y abierto.
Dicen que, en ocasiones, las dragonas de Naturo, se posan sobre esa especie de azotea y empollan sus huevos en connivencia con los brujos y aprendices.
La magia lo mantiene oculto. Solo se hace visible una vez estas dentro. Y para entrar has de ser invitado por Drachen, su rector y custodio desde tiempos inmemoriales.

A su llegada, Absolom encontró en El Nido tal cantidad de manuscritos, laboratorios, maestros, pergaminos, pociones… que por primera vez en su vida experimento algo que habría descrito como felicidad.
El claustro le asignó la Hermandad del Viento con la idea de enviarle al Templo de Cristal al finalizar su instrucción para vivir en adelante al servicio del Dios Hadad.

Los afortunados aprendices que consiguen acceder al Nido permanecen en él efectuando sus estudios y practicas una media de veinte años.
A los seis meses de su llegada, Absolom, no solo estaba a punto de completar su aprendizaje como maestro del viento. Sino que además, desobedeciendo a sus mentores, había logrado acceder a las bibliotecas de otras hermandades, adquiriendo sin control todo tipo de conocimientos.

Así fue como alcanzó la revelación de las distintas realidades. Comprendió que había planos de existencia paralela en Lutaria. Entendió que solo puede haber sombras gracias a la luz y que la luz no tiene lugar sin oscuridad.
Y la miserable bestia ávida de sabiduría que habitaba en su interior estalló como agua que cae sobre un caldero de aceite hirviendo. Tenía que encontrar la forma de alcanzar aquel plano oscuro y conocer hasta el último de sus rincones.

Terminó descubriendo que la Hermandad de la Sangre era la guardiana del Sacro Portón. Husmeó furtivamente hasta el último manuscrito de su biblioteca y comenzó a poner en práctica lo aprendido.
Al principio sacrificó pequeñas alimañas para sus conjuros, después pequeños mamíferos. Y una noche logró cazar un carnero.
Todos los textos advertían del peligro que entraña la magia de sangre. Dictaban que se debía trabajar con pequeñas cantidades de El Elemento.
Pero Absolom ya había contactado con el plano oscuro, y esta vez ¡tenía un carnero! , símbolo demoníaco, sangre oscura.
La adrenalina invadía su cuerpo, no podía contener las ansias por descubrir que realidades se escondían al otro lado.

Había utilizado la magia del control animal para paralizar al carnero, y una vez estuvo indefenso le propinó un soberano golpe con un palo en la cabeza que lo dejó medio inconsciente.
Estaban en un claro del bosque, no era un lugar seguro y menos aún aquella noche en que dos lunas llenas iluminaban excelsas Lutaria.
De modo que Absolom, resolutivo, asió a la maltrecha bestia por la cornamenta y la arrastró hasta la biblioteca. Allí, sin perder un segundo, tirado en el suelo de mala manera, comenzó a entonar el conjuro de apertura del Sacro Portón al tiempo que deslizaba su daga por el cuello del animal.

El portal que une las dos dimensiones comenzó a abrirse como un haz de luz negra ante sus ojos, con la mayor intensidad que jamás había experimentado.
El corazón le latía con tal fuerza que parecía querer salírsele del pecho, sentía un calor febril, pero gotas de sudor frio se deslizaban por su frente. Sus músculos estaban casi paralizados por la excitación cuando de pronto… la puerta de la biblioteca se abrió.

Linfa, Suma Sacerdotisa de la Hermandad de la Sangre hacía su guardia por los pasillos del Nido aquella noche como tantas otras, cuando de pronto sus pies descalzos pisaron un rastro húmedo.
Sus venas se helaron, sintió la energía del animal, sin duda un carnero. Y el sufrimiento que le había sido infligido. Algo estaba pasando. Y era su responsabilidad descubrirlo cuanto antes.
Siguió el rastro de sangre que la llevó hasta la biblioteca, abrió la puerta, contempló el desastre echándose las manos a la cabeza, con lágrimas en los ojos. Y ahogada en rabia le gritó a Absolom: ¡MALDITO!
En ese momento la punta de una espada surgió del pecho de Linfa y la Suma Sacerdotisa cayó como un árbol talado sobre la alfombra. Dejando ver tras de sí la figura satánica de Balaam.

Un demonio de apariencia atlética, piel oscura, ojos y patas de carnero. Que desprendía un insufrible olor a carne putrefacta. Estaba allí plantado, altivo, esbozando media sonrisa.
Se inclinó ligeramente hacia Absolom y le preguntó susurrando con su pestilente aliento: “¿nunca es suficiente verdad?, ¿algo en tu interior siempre te pide más y más Absolom?, esa voz…”
Entonces volvió a erguirse sobre sus cuartos traseros, parecía más alto aun, sus cuernos casi rozaban el techo. Y gritó al muchacho: “¡Maldito!, tu abriste el portal y por ese motivo dicto que hoy no morirás, corre, huye y mal vive maldito lo que resta de tu miserable existencia.”

Absolom trastabillado salió de la biblioteca a toda prisa, resbalando con la sangre que ya estaba por todas partes. Y desapareció para siempre.

Mientras todo esto ocurría innumerables demonios menores de todo tipo saltaron a nuestra realidad, el caos se adueñó del Nido. Muchos estudiantes perdieron la vida luchando contra aquellos seres de oscuridad, incluso varios mentores.

Ante tal estampa apocalíptica, la Diosa Baset, que había estado observando todo lo acontecido desde sus lunas, decidió bajar a Lutaria, encarnada en mujer con cuerpo humano y cabeza de leona, vestida con correas doradas y el torso desnudo.
Arremetió fiera contra aquellos demonios, desgarrándolos con sus poderosas fauces y cerró el Sacro Portón y hasta la última de las pequeñas réplicas que habían surgido cuando durante el incidente la sangre de Linfa se mezcló con la del carnero.

Solo ella sabía que no todos los demonios habían sido abatidos. Algunos abandonaron El Nido viajando en el reguero de sangre que el carnero había dejado dibujado desde el claro del bosque hasta la biblioteca. Pero Baset quiso dejarlos en libertad para darnos una lección. Y que no olvidásemos las consecuencias de la avaricia y la codicia.
Todas las referencias al conjuro de apertura del Sacro Portón fueron destruidas. Y la diosa entregó al claustro el Orbe de la Oscuridad, que a partir de aquel momento se convirtió en la única llave para abrir el portal que separa la Oscuridad de la Luz.

Desde aquel día, es raro que quien viaja por los caminos de Lutaria no haya sufrido el ataque de alguno de estos seres. Y se dice que incluso las Fiebres de las Arenas, tuvieron su origen en esta desafortunada noche.

Pero, quién sabe, quizás esta no sea más que una historia que un fulano le contó a otro fulano una noche frente a una hoguera en el recodo de algún camino de esta tierra.
O quizás esto sea historia y no leyenda. Pero nuestras mentes insensatas y perezosas prefieran desoír lo fácil que puede ser destruir nuestro mundo a partir de acciones egoístas y avariciosas. Y la importancia que tiene cada decisión que tomamos en nuestras vidas.
Que incluso el batir de las alas de una mariposa puede cambiar nuestra historia. ¿Una mariposa azul quizás?


 
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